sábado, 29 de enero de 2011

La Diversidad Histórica de la Moral Sexual

CLASE DEL DÍA 27 DE ENERO DE 2011
LA SEXUALIDAD EN LA HISTORIA

La sexualidad evolucionó junto con la mentalidad del ser humano. Comenzó en la prehistoria como una simple satisfacción del impulso reproductivo. Luego ocupó un sitio en las creencias religiosas. Más tarde fue perseguida y reprimida por la sociedad. En la actualidad, la civilización intenta desarrollarla de una manera plena y racional, para superar los excesos a que ha conducido, en parte, la revolución sexual de las tres últimas décadas.
El sexo en las cavernas
Se ha investigado poco sobre la vida sexual de los seres humanos en la prehistoria. Es probable que la preocupación por la sexualidad no contara demasiado en las primeras comunidades cavernarias. Eso permite deducir, al menos, el modo de vida de pueblos en estado primitivo que subsisten hasta nuestro días.
Hay que pensar en la vida totalmente insegura de los primeros hombres. El sustento debía buscarse día a día en un ambiente hostil. La persecución de la caza y la búsqueda de frutos obligaba a un constante cambio de refugios. Bajo estas condiciones, la unión sexual difícilmente significaba algo más que una satisfacción inmediata par la búsqueda de placer.
La sexualidad pasó a ocupar un lugar importante en la civilización sólo hasta el descubrimiento de la agricultura. Esta permitió a las tribus establecerse por períodos prolongados en territorios fijos. Así, con menos apuros por sobrevivir, los hombres y las mujeres pudieron por fin conocer con mayor amplitud el goce de reproducirse.
En ese momento, la humanidad estableció una concepción capital para la civilización: identificó a la mujer (que da vida a nuevos seres) con la tierra (que engrenda los alimentos). De ésta relación simbólica nació un culto a la sexualidad femenina que sólo desplazarían, y no del todo, las religiones judaica, cristiana e islámica.
Por lo pronto, el hombre recién convertido en agricultor era más creativo y estaba menos angustiado. Creó las artes y la magia. También estaba agradecido con la tierra y con la mujer, que la simbolizaba. Así que ambas recibieron la adoración de los hombres.
Con una visión del mundo menos desesperante, el goce sexual pudo ocupar un papel más importante dentro de la vida social. La función sexual adquirió entonces carácter de fiesta y ritual. Llevó a elevar el misterio sexual a divinidad. La fertibilidad femenina era símbolo más alto de la fertilidad de la tierra, la "madre original".
Los pueblos de Mesopotamia desarrollaron ritos y festejos para rendir culto a su divinidad protectora de la sexualidad. Astarté. Más tarde los siguieron los griegos y latinos, que adoraron a la misma divinidad bajo los nombres de Afrodita y Venus, Hera y Juno. Estas diosas representaban, en conjunto, el goce sensual y la preservación de la especie que de él resulta.
La exaltación del sexo
En las culturas helénica y latina el acto sexual llegó a ser una manifestación religiosa. Las orgías dedicadas a Dionisio o Baco, divinidad masculina de la sexualidad, fueron al principio verdaderos rituales del amor. En ellos se ofrecía a los dioses un presente para propiciar sus favores, en forma de fertilidad femenina y terrestre.
Con el correr del tiempo esta creencia perdió su base religiosa y se transformó en exceso hedonista. Es especialmente famoso el caso de las orgías romanas, que llegaron a dimensiones monstruosas durante ciertos períodos de su historia imperial.
En este período se consolidó también la exaltación dl potencial sexual masculino, a través de las imágenes divinas como Zeus y, especialmente Apolo. La mitología grecolatina está llenas delas aventuras eróticas de estos personajes, el primero padre de los dioses y el segundo, su hijo predilecto.
La gente veneraba a Apolo como un dios pleno de belleza física y espiritual (era, en cierto modo, el protector de las artes), así como de fortaleza y valor. De su imagen surgió el concepto de belleza apolínea, que marca hasta nuestros días, con muy pocas variaciones, el prototipo del hombre viril, apuesto y sensual.
Este dios asume simbólicamente las aptitudes del varón llevadas a la perfección, sobre todo como amante. Su relación de conquistas divinas y humanas sólo se compara a la de su padre Zeus. Pero Apolo (o Febo, como lo conocieron los griegos) se acerca más a la simpatía de los mortales porque sus aventuras amorosas no siempre terminaban bien. Cuando, por ejemplo, engañaba al feo, Vulcano con su esposa, la bellísima Afrodita, ambos fueron descubiertos y expuestos al ridículo por el marido. Este es un rasgo muy humano para un dios, y debió atraerle las simpatías de no pocos amantes que alguna vez fueron, como Apolo, atrapados y castigados.
Otra costumbre del tiempo helénico, venida de Asia, fue la prostitución sagrada. Con ella las mujeres pretendían atraer los favores de las diosas protectoras de su pueblo. Esta práctica también tuvo sus orígenes en el culto a la sexualidad.
La costumbre religiosa señalaba que la mujer debía ofrecer si virginidad y fertilidad a la diosa Venus o a algún de sus equivalentes. Esto debía realizarse a través dela unión con un sacerdote o un extranjero; el forastero, en este caso, debía pagar a su vez con una ofrenda en especie o en metálico para costear los cuidados del templo de la diosa. Se suponía que la divinidad, en agradecimiento, derramaba sus favores sobre el pueblo de las prostitutas sagradas.
Esa costumbre ritual degeneró en la simple venta del cuerpo femenino, con el pretexto de la religión. A esta situación colaboró la facilidad para acceder a los favores de las mujeres en ciertos pueblos y, sobre todo, el incentivo de obtener recompensas monetarias para las practicantes (no todo el dinero o los objetos que recibían iban a dar al templo).
Era natural que estos excesos ocurran en pueblos dominados por las concepciones helénicas y latinas, cuando las guerras o el desgaste de la sociedad alteraban las costumbres y causaban una profunda ansiedad por disfrutar placeres.
Entre los múltiples descubrimientos e invenciones de estas culturas no podía faltar la educación sexual. Griegos y latinos no conocían la importancia de desarrollar una sexualidad plena. Buscaban, por lo tanto, cumplir el ideal de la vida sexual. Educaban a sus niños en el conocimiento de las funciones sexuales. Procuraban exaltar el erotismo.
No obstante, algunas de sus costumbres, como la sumisión de la mujer y la esclavitud, presentaban una ruptura y negación de sus ideales humanitarios.
Las consideraciones grecolatinas sobre la sexualidad permitían, asimismo, conductas que otras culturas condenarían y perseguirían posteriormente. Por ejemplo, la noción de hombría que se manejaba en la época grecolatina no excluía conductas homosexuales. Esto no constituían gran menoscabo para la virilidad. Contaban más delos hechos de guerra de un hombre que sus derivados.
Las historias cuentan ejemplos de homosexualismo desde los dioses mitológicos, como Zeus, hasta los grandes guerreros, como Alejandro Magno. En la sociedad helénica estas conductas recibían poca censura. Nadie pensaba tampoco que la virilidad de estos personajes disminuyera por sus prácticas, siempre y cuando no afectaran su desempeño en las continuas guerras.
La cultura romana, con todo y su belicosidad, no cambió gran cosa esta visión. Más aún, muchos romanos la adoptaron gozosamente para excitar sus rutinarios placeres. Perola introducción de la moral estoica, en plena época del Imperio, condujo a varios pensadores y gobernantes a condenar las conductas homosexuales.
Es común que los historiadores de esa época condenen a los emperadores más sombríos, que practicaron el bisexualismo, como Tiberio, Nerón y Calígula. Pero también consignan reproches por la misma causa contra paladines militares como el famoso Julio César (a quien sus enemigos acusaron en muchas ocasiones por prostitución masculina).
El emperador Adriano se distinguió por sus virtudes como estadista, hombre de letras y protector de la ciencia, y por su vida moderada. Pero también es famoso su amor apasionado hacia un joven amante, Antino. Inclusive llegó a construir una ciudad en memoria de su favorito.
Estos ejemplos suelen escandalizar o cuando menos incomodar en la actualidad. Las imágenes de desenfreno y perversión sexual con que se identifica a griegos y romanos sin embargo, resultan exageradas. Son más bien producto de la imaginación de siglos posteriores, y especialmente fruto de la propaganda de religiones que favorecían la castidad.
El período de represión
La religión judía fue de las primeras en reprimir la sexualidad, particularmente la de las mujeres. Las consideraban simples objetos sexuales. Para el rígido Antiguo Testamento, la función de la mujer era procrear, perpetuar, y servir a los hijos del "pueblo elegido".
El cristianismo cambió esta visión con sus prédicas revolucionarias sobre el amor a los semejantes. Cuando fue hecho religión oficial del imperio romano, sin embargo, se convirtió en una fuerza política y, como tal, represiva. La versión pesimista del cristianismo comenzaría posteriormente a designar la sexualidad como algo impuro y despreciable. Y sin embargo, los primeros guardianes de esta religión, los primeros 40 papas, fueron todos hombres casados.
El islamismo reprimió aún más ferozmente a las mujeres, y continúa esa injusta práctica hasta nuestros días. Lo prueban los velos y pesados rodajes que les obligan a llevar en los países donde es la religión oficial.
En Occidente, la Edad Media enterró también la sexualidad bajo los pesados ropajes que imponía la intolerancia religiosa. El catolicismo maniqueo adoptó la visión más pesimista del cristianismo y dejó de lado sus doctrinas de amor. Así, trató de difundir el temor al cuerpo, en su afán por influir sobre el hombre política y psicológicamente a través de la represión de todo tipo.
Algunos jerarcas religiosos que eran al mismo tiempo jefes políticos, creyeron que podrían mantener un dominio férreo sobre sus súbditos si eliminaban de sus mentes la necesidad de conseguir uno de los goces más altos que existen, el de la sexualidad. Pero tal represión nunca fue cien por ciento efectiva, ni todos los eclesiásticos fueron tan intolerantes en su consideración del amor erótico.
En el Oriente sucedía lo contrario. La sociedad buscaba el conocimiento y el desarrollo de las funciones sexuales, a pesar del ascetismo que recomendaban religiones como la budista. En la India se daba un caso parecido. Actualmente son famosos los libros sagrados del erotismo hindú, como el Kama Sutra, que enseñan las maneras de convertir el goce de la sexualidad en una experiencia casi mística.
Esto no quiere decir que en estas culturas el desarrollo de la sexualidad triunfara rotundamente. Las conveniencias políticas y las concepciones machistas mantenían gran número de costumbres atroces y represivas contra las mujeres y las clases más humildes.
Entre los peores aspectos de sus ideas sexuales, por ejemplo, se encuentra la costumbre del suti. Por ella, la viuda de un hombre debe incinerarse viva en la pira funeraria de su esposo. Esta práctica, afortunadamente, fue virtualmente erradicada por los cambios sociales que ese país experimentó en este siglo.
En Occidente, la represión político-religiosa de la sexualidad y sus manifestaciones se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX.
Sin embargo, entre el siglo XVIII y el actual se dieron diferentes cambios en la mentalidad social. Algunos fueron espectaculares y otros poco perceptibles. Pero todos marcaron el camino hacia la revolución sexual, que ocurrió en la década dse 1960 y desembocó en las actuales concepciones sobre este tema.
Preámbulo de una liberación
Por ejemplo, a finales del siglo XXVIII el Marqués de Sade introdujo en Francia, entre tras cosas, una nueva visión del placer sexual. Esta fue malentendida en su tiempo, como mera incitación a la perversión y al crimen. Inclusive en la actualidad recibe aún interpretaciones equivocadas.
De todas maneras, los escritos de Sade marcan el renacimiento del interés por las capacidades sexuales. Con violenta racionalidad, abrieron camino a la explosión de los sentimientos que significó el Romanticismo del siglo XIX.
Durante este siglo, la sexualidad comenzó a estudiarse con mayor serenidad. De todas maneras, la represión de sociedades puritanas, como la de Inglaterra en la época de la reina Victoria, continuó. Esa soberana tuvo, por cierto, un historial bastante irónico de excesos sexuales.
La sociedad victoriana ostentaba varias contradicciones morales. Por ejemplo, exigía continencia sexual a las mujeres "decentes", y al mismo tiempo toleraba la prostitución como un vertedero inevitable delas necesidades "sucias" de los hombres.
Tal visión de la sexualidad, como algo impuro y condenable, impidió a muchos hombre y mujeres desarrollar plenamente sus capacidades amatorias. Pero las transgresiones a las trabas contra el erotismo no faltaron.
Lo peor fue que el concepto victoriano sobre sexualidad marcó los años posteriores con una serie de creencias equivocadas. Apenas en época reciente, con la llamada revolución sexual, pudieron empezar a corregirse.
La liberación del siglo
El inicio del siglo XX fue también el principio del importante movimiento de liberación femenina. Este sentó las bases para situar a la mujer en un plano de igualdad con el hombre. La mujer pudo, entonces, comenzar el conocimiento y desarrollo de su sexualidad de una manera más auténtica. Lentamente empezaron a desecharse los tabúes sobre el cuerpo y su capacidad sexual.
Por la mismas época, el psicólogo Sigmund Freud dio a conocer sus revolucionarias teorías sobre la sexualidad humana, que conmocionaron la mentalidad de la sociedad occidental.
Las teorías de Freud causaron bastante escándalo y consternación. Por ejemplo, las madres se sobresaltaron cuando el médico vienés afirmó que sus bebés experimentaban deseos sexuales con el contacto de sus pechos. Los machistas se enfurecieron al escuchar que sus conductas ocultaban tendencias homosexuales inconscientes.
Lo positivo fue que estas explicaciones de la conducta condujeron a una verdadera revolución sexual. Hombres y mujeres comenzaron a preocuparse por entender mejor el desarrollo de sus capacidades y habilidades sexuales.
Las dos guerras mundiales detuvieron temporalmente la preocupación de los científicos por redescubrir el cuerpo y sus posibilidades eróticas. Estaban dedicados a la investigación bélica. Por el contrario, la incertidumbre de la guerra no redujo sino aumentó la permisividad sexual en la sociedad, que a corto plazo propiciaría la liberación conceptual sobre el sexo.
A partir de la postguerra el interés por las técnicas sexuales creció a un ritmo sorprendente. En primer lugar, los interesados acudieron a las versiones de libros legendarios como el Kama Sutra y el Tantra. Luego de milenios, estos tratados eróticos se convirtieron en auténticos best-sellers modernos.
Poco después se dieron a conocer las investigaciones modernas que permitieron el nacimiento del la sexología como ciencia. Entre estos estudios destacan, por sus revelaciones y su popularización mundial, los que realizaron los doctores William H. Masters y Virginia Jonson, Helen S. Kaplan, Shere Hite, Alfred Kinsey y Wilhelm Reich, entre otros. Tales estudios aparecieron entre 1920 y 1980, y han sido revisados y ampliados considerablemente desde entonces, además de imitados.
La década de 1960, con sus movimientos juveniles de transformación política, económica y ética, trajo un cambio decisivo. La sexualidad se consideró desde entonces como una cualidad única del ser humano para lograr una unión anímica y física con sus semejantes. Cambió así, sustancialmente, la actitud de las sociedades hacia el conocimiento de la sexualidad y sus manifestaciones.
Durante esa década la educación sexual fue introducida en las escuelas de Occidente. Los niños, como en la Grecia y el Oriente antiguos, pudieron recibir una necesaria instrucción sobre la sexualidad y sus consecuencias en la edad adulta.
En nuestros días, la manifestación de la sexualidad ocupa un lugar importante dentro de la vida cotidiana. El cuidado por desarrollarla en forma libre y plena se hace cada vez más evidente y necesario en la civilización moderna.